lunes, 27 de diciembre de 2010

¿Qué es la literatura?, una interpelación

Roberto Ferrorferro@filo.uba.ar
¿Qué es la literatura?, una interpelación
Como corresponde a todo texto que pretenda ser reivindicado como folletín, a partir de este capítulo la serie "Exitos,linajes y cánones" incluirá una breve noticia de lo desarrollado anteriormente.
En la entrega del 23 de diciembre se presentó como una tentativa para establecer una diferencia entre escrituras de ratificación y escrituras de suspensión, en tanto que puntos extremos de un continúo que participa de la literatura. El suspenso quedó centrado en ese término “literatura”, de ahí que el comienzo del fragmento que sigue sea una tentativa especulativa provocada por la interpelación de esa pregunta.
Sin desconocer el cúmulo de complicaciones que convoca la pregunta ¿Qué es la literatura?, pero alejado de toda tentación de imaginar que estoy contestando esa cuestión, sino antes bien, a partir de la interpelación de su insistencia abierta, trato de aproximarme a una especificación de lo que con el término literatura nombro en las siguientes líneas.
Literatura más que una referencia a algo concreto o una esencia trascendente, nombra un proceso de prácticas, disposiciones y creencias, atravesadas por un complejo entramado de fuerzas en pugna, que se articulan en forman de alianzas, contradicciones, exclusiones y solapamientos, constituyéndola como un conjunto productivo y cuya historicidad, es decir, su materialidad sociocultural, no se puede negar.
La literatura aparece socialmente configurada a partir de una dinámica de relaciones entre diversos modos de legibilidad y de visibilidad, en gran parte heredados pero en constante mutación y transformación. Con esto retomo la idea de regímenes escópicos de la entrega anterior, esos campos de legibilidad hace socialmente visibles a objetos, sujetos, valores e instituciones que son identificados y/o reconocidos como literarios.
Esa diversidad de modalidades de lectura y los discursos que las teorizan establecen una distinción entre los textos, escritores, poéticas, a los que se hace participan de la literatura de aquellos que quedan ya sea en sus márgenes ya sea formando parte de otros espacios discursivos como la filosofía, la ciencia, la religión, entre otros. Las operaciones que participan de ese deslinde nunca han conseguido como resultado la instauración de un único límite nítido y estable, puesto que junto con las dificultades propias de la distinción, los criterios que las sustentaban han estado sometidos a profundas variaciones históricas. Es por esa razón que las prohibiciones o las incorporaciones a lo largo de las sucesivas épocas se instalan en el presente a partir de formas complejas: a veces como supervivencias naturalizadas, otras como desplazamientos e incorporaciones desde y hacia otros espacios sociales.
La legitimación en el espacio literario argentino está íntimamente vinculada a la heterogeneidad de los focos de construcción de legibilidad, desde los que se van haciendo tangibles las disposiciones y las creencias que legalizan lo literario, ya sean textos, protocolos, poéticas, escritores o instituciones. Esas instancias legitimadoras son muy diversas, a veces el recorte que cada una de ellas impone coincide parcialmente con las de las otras, a veces entra en contradicción y debate. En los distintos focos los criterios varían; por lo tanto, diseñar un mapa aproximado de su configuración supone reflexionar sobre la particular circulación de los textos en ellos y, correlativamente, revisar las variantes que esa indagación tiene en relación con el sistema de periodizaciones y los dispositivos en las instituciones literarias las ubican y legalizan. Es difícil caracterizar la enorme complejidad y variedad de las modalidades de lectura que participan en las prácticas sociales. Aquello que cada época considera literario conforma un régimen de legibilidades específico. Lo que en otros términos significa: prácticas, disposiciones y creencias, entramadas con conjunto de procesos históricos, culturales y epistémicos, arraigados en la relativa estabilidad que le otorgan las instituciones que establecen y legislan las continuidades y las discontinuidades.
En función de esas fuerzas históricas e historiables, a menudo contrapuestas, la legibilidad no forma un todo indiferenciado e inalterable sino que se modifica y transfigura en cada período. A pesar de ello, las transformaciones no suponen la liquidación de los modos anteriores sino su integración en un nuevo campo de relaciones.
Sin la pretensión de una fina exhaustividad, y más bien movido por el trazo grueso del esquema urgente, creo que es posible distinguir cinco focos de legitimación en el espacio literario argentino contemporáneo (me refiero específicamente a un lapso que abarca unos cuarenta años a esta parte), que tienen diferentes incidencias según los casos; el orden en que los enumero no supone un criterio de valor.
Las listas de los más vendidos que semanalmente aparecen en los suplementos culturales, sumada a la presencia de los escritores en entrevistas o reseñas en los diarios de mayor circulación y en revistas de interés general, es un modo de legitimación centrado en los efectos de la actualidad y diseña un campo de legibilidad con un amplio radio y de gran diversidad, pero marcado por la impronta de lo efímero.
La crítica universitaria que circula en las cátedras, en las revistas académicas, en los trabajos de investigación, en los congresos y simposios que reúne a los críticos vinculados a la universidad, es un foco con un radio más restringido con otros valores en juego, con otro ritmo e incidencia; pero también con una permanencia asentada en trabajos de una circulación menos sujeta a los vaivenes cambiantes del presente inmediato.
También hay que considerar como un foco de legitimación las revistas literarias que se diferencian de los dos anteriores por su dinamismo, por la exposición de problemáticas vinculadas a las poéticas en pugna y a un modo de desarrollo de los protocolos de lectura que pone el acento en especificidades del campo literario que tienen una particularidad distintiva.
Asimismo tienen relevancia los premios literarios que otorgan los grupos editoriales generalmente asociados a empresas periodísticas que potencian su difusión. Y en una dimensión que excede el ámbito local, los premios que promueven las editoriales españolas tienen una notable incidencia, en particular desde hace unos quince años. Esto último supone dos aspectos relevantes, ante todo, por la repercusión que alcanzan en los medios europeos y latinoamericanos y, luego, porque son un índice del incremento de la participación de la industria editorial española en la publicación de escritores argentinos.
Finalmente, es de notable importancia para el espacio literario la legitimación de los escritores por los propios escritores, la circulación de los textos en los grupos de contemporáneos, las diversas modalidades de rescate o rechazo de aquellos que constituyen o no el canon tradicional; en definitiva, la legitimación que supone para todo escritor la permanencia de los restos de su poética en la escritura de los otros.
De igual manera que en fragmento anterior, la espera queda tendida hasta el nuevo capítulo.
(Continuará)

jueves, 23 de diciembre de 2010

Escrituras de ratificación/escrituras de suspensión

Roberto Ferrorferro@filo.uba.ar
Escrituras de ratificación/Escrituras de suspensión
Este es el primer fragmento de una serie en la que me propongo reflexionar especulativamente en torno de tres asuntos íntimamente entrecruzados y que, según creo, caracterizan los modos de lectura de los textos que hacemos participar de la literatura: éxitos, linajes y cánones.
Partiendo de la idea de que no hay cesuras entre las múltiples modalidades de escritura y el mundo, puesto que el “mundo” no consiste en colecciones o agrupamientos diversos de cosas, sino en campos de significados que van articulando zonas de pasaje y equilibrio con zonas de tensión y conflicto (debo reconocer mi deuda con el concepto de campo electromagnético de J.J.Thompson más que con el de campo intelectual de Pierre Bourdieu), es posible, entonces, trazar imaginariamente una cartografía de la diferencia que se tiende entre escrituras de ratificación y escrituras de suspensión. Diferencia referida a la magnitud de la significación posible que las escrituras ponen en juego en las innumerables escenas de lectura a las que son atraídas. (Los textos no pertenecen a un género en particular ni se pueden incluir en categorías o taxonomías excluyentes, sino que participan de varias de esas posibles alternativas sin ninguna exclusividad dispuesta a priori. Si bien es indiscutible la concepción de que son los lectores quienes inscriben los textos en los géneros, la plasticidad y la dimensión significativa de la escritura es la instancia primordial que promueve la multiplicidad y la complejidad de esas lecturas.)
Esa diferencia que se tiende entre las escrituras de ratificación y las de suspensión no es de orden cuantitativo porque es incalculable, no depende de una unidad de medida que la verifique; sí, en cambio, supone la posibilidad de delinear un rango dominante que las distinga; de ello resulta también que los términos en cuestión no forman parte de una oposición dicotómica, sino que designan los puntos extremos de un continuo en constante expansión. Las escrituras de ratificación aparecen re-presentando una con-figuración de significados con un algo grado de estabilidad fundados en ciertos parámetros re-conocibles, que habilitan la fascinación de la ilusión mimética y de los regímenes escópicos vinculados al espejismo de las figuraciones múltiples y cambiantes de la correspondencia o la imitación como categorías modélicas de la verdad (dejo constancia de mi deuda con Christian Metz en relación con el concepto de regímenes escópicos, que de una reflexión en torno de la imagen cinematográfica traslado a la letra literaria. Lo que el ojo que lee constituye como legible en las escrituras de ratificación está vinculado con estructuras aceptadas por la razonabilidad de la doxa que funciona como la clausura de la proliferación del sentido.). Las escrituras de suspensión perturban las jerarquías de significados estratificadas y/o estereotipadas; por lo tanto, desplazan la re-presentación instalándose en la deriva de una semiosis infinita. Las escrituras de ratificación representan un mundo que las precede, las escrituras de suspensión postulan el advenimiento posible de un mundo no-representable. (Finalmente, ratificación y suspensión reconocen una cierta genealogía próxima a lo legible y lo escribible de Roland Barthes).
A la manera de un folletín semanal, este fragmento se cierra con una espera.
(Continuará)
Roberto Ferro

viernes, 10 de diciembre de 2010

Mario Vargas Llosa, la historia secreta de un premio

Mario Vargas Llosa ha sido distinguido con el premio Nobel de Literatura 2010. No hay duda que lo ha buscado; por lo tanto, pocas veces con mayor precisión podría decirse: “Usted se lo merece”. Un muy esquemático recorrido por su trayectoria confirma esa aseveración. Sus novelas y cuentos que circulan en los años sesenta impulsados por las mareas expansivas del boom: Los jefes (1959), La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966), Los cachorros (1967), Conversación en la catedral (1969), exhiben un conjunto de procedimientos narrativos como rasgo propio y distintivo: el monólogo interior, la fragmentación de voces y perspectivas narrativas, la ruptura de la linealidad temporal, el montaje de series que se entrecruzan. A pesar de que esos procedimientos habían sido utilizados por otros escritores latinoamericanos desde la vanguardias de los años 20, Vargas Llosa establecía un vínculo, a menudo groseramente directo, entre esa “innovación narrativa”, concebida de forma falaz y con notable ignorancia como una gesta de modernización superadora de una supuesta parálisis en la que estaba sumida la literatura latinoamericana estragada de realismo costumbrista, por una parte y, por otra, la necesidad de salir del atraso social y económico de la región incorporándose a la dinámica del mundo desarrollado.
En cambio, en lo que sí debe reconocerse a Vargas Llosa su carácter de pionero es en su alineamiento con el programa de la revolución conservadora que Reagan y Thatcher encabezaron en los años ochenta y, luego, con el consenso de Washington en la década siguiente, ningún otro intelectual latinoamericano fue más consecuente con la defensa de la libre empresa y de los intereses del capital concentrado en América Latina. En ese aspecto ha ejercido un rol que nadie alcanza igualar.
Especialmente desde La guerra del fin del mundo (1981), una versión reaccionaria del levantamiento de Antônio Conselheiro y la guerra de Canudos, e Historia de Mayta (1985), centrada en el arrepentimiento de un militante trotkista que hace una revisión crítica de su militancia, su obra de ficción puede ser leída como narrativa de tesis, articulada a partir de un elenco reducido de motivos ideológicos. Las ficciones que luego siguió publicando, cargadas de lugares comunes y reiteraciones, que su indudable talento narrativo no alcanza a disimular, han circulado en renovadas ediciones sostenidas sobre eficacia del poderoso logo Vargas Llosa.

Pero donde su programa se manifiesta de modo nítido es en su obra crítica, incluso más aún que en su actividad periodística, en particular en los ensayos La utopía arcaica (1996), sobre la obra de José María Arguedas y El viaje a la ficción (2009) en el que aborda la obra de Juan Carlos Onetti. En 1968, en la Washington State University, Vargas Llosa lee una conferencia en la que devela las claves y el proceso de escritura de su novela La casa verde, que fue luego publicada en Tusquets bajo el nombre de La historia secreta de una novela (1971). Sería quimérico imaginar que repita el mismo gesto con esos dos ensayos, es decir, que revele a sus lectores las estrategias a partir de las que ha leído críticamente la obra de Arguedas y de Onetti reduciéndolas a módulos ejemplares de un programa ideológico alejado y contradictorio de las poéticas de esos grandes escritores latinoamericanos. ( Ver mi artículo “Vargas Llosa se ha declarado en default” en http://www.sintagmas.com.ar/notas.asp?con_codigo=852&aut_codigo=240&men_codigo=17

El premio Nobel de Literatura no consiente ser cuestionado exclusivamente desde la literatura, hay otros componentes que participan en esa distinción. No me caben dudas de que, a lo largo de los años, Mario Vargas Llosa ha intervenido activamente en una compleja madeja de redes de influencias con el objetivo de alcanzar ese logro, para lo cual debió involucrarse en operaciones que no están directamente vinculadas a la escritura literaria. Por eso considero que después de haber bregado tanto, merece haber sido premiado. Hay muchos pocos casos de hombres públicos en los que búsqueda y consumación de un resultado estén más relacionadas que en su caso.




Roberto Ferro
Buenos Airs, Coghlan, diciembre de 2010.