domingo, 14 de diciembre de 2008

Heterónimos, apócrifos y centones

En los muchos años que he transitado por los confusos callejones de la escenografía literaria fui amasando la convicción de que la cercanía entre la crítica y el género policial era algo más que una elegante figura comparativa; la idea de aproximar, especulativamente, la búsqueda de sentido en los textos con el relato de la investigación de un crimen, me parece una operación productiva en algunos aspectos, pero conlleva el riesgo de convertirse en una máscara que más que revelar simetrías y correspondencias desvía la atención de acontecimientos, acciones y valores propios del quehacer literario cotidiano.
En la literatura ha habido, hay y habrá muertes, defraudaciones, robos, secuestros, violaciones, y otra amplia gama de tipificaciones compiladas en el Código Penal, que a pesar de un cierto componente metafórico, no son temáticos, es decir, no tienen lugar en los textos, se sitúan más allá, tienen la consistencia de una especificidad diferente, que nada tiene que ver con la "ilusión referencial" de los críticos y los teóricos.
Se me ha ocurrido reunir algunas historias que fui acopiando durante mis inquisiciones de oscuro profesor de provincias, que llamativamente, no han sido recogidas en las prestigiosas Historias de la Literatura Argentina, que circulan en la actualidad.
No me propongo la denuncia, que es un género discursivo demasiado arrogante, ni la búsqueda de la verdad, en mi caso por una imposibilidad cognoscitiva, simplemente busco alentar la proliferación de esas versiones para que se multipliquen y diseminen. Finalmente, quizá como descargo, debo decir que me está vedado el arte del escándalo, no por una cuestión ética sino más bien estética, las vidrieras de las principales cadenas de librerías superan ampliamente mi imaginación, no creo poder igualar algunos de sus anuncios, prefiero entonces asumir cierta postura recoleta y austera.
Me he impuesto un límite: la garantía de que la circulación de esas historias esté avalada por múltiples voces, que las hayan ido modelando con el correr de los años, para evitar las tergiversaciones, odios, insidias, chismes, que revelan sólo una impronta de maledicencia personal tan frecuente en el mundillo literario.
Las historias que iré publicando en Metaliteratura (*) exhiben ciertas marcas propias de la elaboración colectiva, de ahí que las he llamado Heterónimos, apócrifos y centones, fiel a ese título las he firmado con mi nombre, no tanto como gesto de apropiación sino por un ominoso deseo de remate artístico.


(*) en el sitio: http://www.metaliteratura.com.ar, en el menú estrellas, las opciones: literatura/leyendas/heteronimos

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