viernes, 10 de diciembre de 2010

Mario Vargas Llosa, la historia secreta de un premio

Mario Vargas Llosa ha sido distinguido con el premio Nobel de Literatura 2010. No hay duda que lo ha buscado; por lo tanto, pocas veces con mayor precisión podría decirse: “Usted se lo merece”. Un muy esquemático recorrido por su trayectoria confirma esa aseveración. Sus novelas y cuentos que circulan en los años sesenta impulsados por las mareas expansivas del boom: Los jefes (1959), La ciudad y los perros (1963), La casa verde (1966), Los cachorros (1967), Conversación en la catedral (1969), exhiben un conjunto de procedimientos narrativos como rasgo propio y distintivo: el monólogo interior, la fragmentación de voces y perspectivas narrativas, la ruptura de la linealidad temporal, el montaje de series que se entrecruzan. A pesar de que esos procedimientos habían sido utilizados por otros escritores latinoamericanos desde la vanguardias de los años 20, Vargas Llosa establecía un vínculo, a menudo groseramente directo, entre esa “innovación narrativa”, concebida de forma falaz y con notable ignorancia como una gesta de modernización superadora de una supuesta parálisis en la que estaba sumida la literatura latinoamericana estragada de realismo costumbrista, por una parte y, por otra, la necesidad de salir del atraso social y económico de la región incorporándose a la dinámica del mundo desarrollado.
En cambio, en lo que sí debe reconocerse a Vargas Llosa su carácter de pionero es en su alineamiento con el programa de la revolución conservadora que Reagan y Thatcher encabezaron en los años ochenta y, luego, con el consenso de Washington en la década siguiente, ningún otro intelectual latinoamericano fue más consecuente con la defensa de la libre empresa y de los intereses del capital concentrado en América Latina. En ese aspecto ha ejercido un rol que nadie alcanza igualar.
Especialmente desde La guerra del fin del mundo (1981), una versión reaccionaria del levantamiento de Antônio Conselheiro y la guerra de Canudos, e Historia de Mayta (1985), centrada en el arrepentimiento de un militante trotkista que hace una revisión crítica de su militancia, su obra de ficción puede ser leída como narrativa de tesis, articulada a partir de un elenco reducido de motivos ideológicos. Las ficciones que luego siguió publicando, cargadas de lugares comunes y reiteraciones, que su indudable talento narrativo no alcanza a disimular, han circulado en renovadas ediciones sostenidas sobre eficacia del poderoso logo Vargas Llosa.

Pero donde su programa se manifiesta de modo nítido es en su obra crítica, incluso más aún que en su actividad periodística, en particular en los ensayos La utopía arcaica (1996), sobre la obra de José María Arguedas y El viaje a la ficción (2009) en el que aborda la obra de Juan Carlos Onetti. En 1968, en la Washington State University, Vargas Llosa lee una conferencia en la que devela las claves y el proceso de escritura de su novela La casa verde, que fue luego publicada en Tusquets bajo el nombre de La historia secreta de una novela (1971). Sería quimérico imaginar que repita el mismo gesto con esos dos ensayos, es decir, que revele a sus lectores las estrategias a partir de las que ha leído críticamente la obra de Arguedas y de Onetti reduciéndolas a módulos ejemplares de un programa ideológico alejado y contradictorio de las poéticas de esos grandes escritores latinoamericanos. ( Ver mi artículo “Vargas Llosa se ha declarado en default” en http://www.sintagmas.com.ar/notas.asp?con_codigo=852&aut_codigo=240&men_codigo=17

El premio Nobel de Literatura no consiente ser cuestionado exclusivamente desde la literatura, hay otros componentes que participan en esa distinción. No me caben dudas de que, a lo largo de los años, Mario Vargas Llosa ha intervenido activamente en una compleja madeja de redes de influencias con el objetivo de alcanzar ese logro, para lo cual debió involucrarse en operaciones que no están directamente vinculadas a la escritura literaria. Por eso considero que después de haber bregado tanto, merece haber sido premiado. Hay muchos pocos casos de hombres públicos en los que búsqueda y consumación de un resultado estén más relacionadas que en su caso.




Roberto Ferro
Buenos Airs, Coghlan, diciembre de 2010.



3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muchas gracias Roberto Ud. ha dicho en forma hermosa lo que este personaje se merece.Crecí admirandolo,pero se fue convirtiendo, en una caricatura intelectual que jugó en la izquierda y terminó en la más radical de las izquierda. Lo seguiré leyendo como literatura sin perdonarle la tración.
Ramón

german dijo...

Estoy de acuerdo con lo que dices, roberto, respecto a las circunstancias que rodearon a la entrega del nobel en literatura. Desde hace mucho tiempo las motivaciones políticas prevalecen por sobre las condiciones literarias (que sin dudas, Vargas LLosa las posee). Lo mismo podría decirse de Octavio Paz.

jmaguilar.2007 dijo...

Hay varios tipos de lectores. Entre otros, los escritores, los intelectuales de izquierda y el público común

Para los primeros diré que Vargas Llosa (MVLL) no se arrogó originalidad en el uso de los recursos y técnicas narrativas. Las empleó con habilidad más que como un fin como un medio al servicio de la historia, de la anécdota.

Para el segundo grupo diré que el aparente o real viraje político de MVLL de la izquierda a la derecha (tal vez siempre fue de derecha). Es el mismo que han sufrido muchos Intelectuales (¿la mayoria?) o simplemente personas comunes que viraron ideológicamente al mismo tiempo que pasaron de la juventud a la madurez biológica.

Hay escritores y políticos que gozan de las "beneficios" de vivir en la derecha pero ante el mundo mantienen su filiación de izquierda. Cómo no reconocer el patético caso de Fidel Castro, entre otros.

El izquierdismo de la Academia Sueca ha supeditado el mérito estético a la posición política, lo cual la convierte en una suerte de inquisición.

Las personas cambian ideologicamente conforme van viviendo. El idelaismo de la juventud es vencido por la cruel reaidad de la vejez.

Lo que es absurdo es esquematizar la realidad entre buenos (izquierda) y malos (derecha).

Nadie puede escapar a la circunstancialidad de la vida. No podemos culpar a MVLL de aquellas traiciones que nosotros mismos protagonizamos.

Los lectores comunes celebramos y disfrutamos la capacidad de MVLL para alcanzar lo que se propuso.

Más allá de las negociaciones y los convencimientos, nos pone el ejemplo de cómo pasar de la inmovilidad y la esperanza en los milagros al esfuerzo y habilidad para que se reconozcan sus méritos literarios dejando de lado los prejuicios políticos.

Los lectores comunes consideran justo el premio Nóbel a MVLL. Hay, y siempre habrá, grupos que no están de acuerdo, pero cualquier concepto y actividad humanos están sujetos a los intereses legitimos del grupo. VIva la diversidad.


Juan Manuel Aguilar